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Fecha publicación: 02-03-2014
Autor: Beatriz Martínez Menéndez

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La esclerosis tuberosa es una enfermedad genéticamente determinada conocida desde finales del siglo XIX. Se hereda de forma autosómica dominante. Hoy en día se conocen múltiples mutaciones en dos genes: TSC1 y TSC2 que se encuentran en el cromosoma nueve y en el cromosoma 16 respectivamente. Aunque en un 10 y un 25% de los pacientes que sufren la enfermedad podemos no encontrar mutaciones en los estudios actualmente disponibles. Estos genes codifican unas proteínas (hamartina y tuberina) que muy implicadas en la proliferación celular.

La esclerosis tuberosa es clínicamente muy variable. Pudiendo haber casos con muy escasos síntomas. Lo más reseñable la enfermedad es la aparición de tumores, en general benignos, en diferentes localizaciones (piel, cerebro, riñón, pulmón, corazón…), aunque lo mas característico son las manchas lanceoladas hipopigmentadas, es decir blancas, que aparecen en la piel del 90% de los pacientes.

Los distintos problemas que aparecen en estos pacientes lo van haciendo a lo largo de la vida, esto hace que su diagnóstico, en muchas ocasiones, sea difícil y basado en una serie de criterios diagnósticos. Recientemente se han publicado las recomendaciones para el manejo de estos pacientes así como un cambio en los criterios diagnósticos tras una conferencia de expertos de 14 países reunidos en 12 paneles diferentes de cara a estudiar todos los procesos patológicos que sufren estas personas. Estas recomendaciones son de diagnóstico, de seguimiento e incluso de tratamiento a la vista de los resultados de los últimos ensayos clínicos(1)(2).

La patología neurológica en estos pacientes es de especial importancia porque es la que causa una mayor morbi-mortalidad. Por este motivo resulta esperanzador ver los primeros resultados con inhibidores del m-TOR en para los pacientes con Astrocitoma subependimario de células gigantes (SEGA), con reducciones del tamaño del tumor en alto porcentaje de pacientes. Este tratamiento, basado en la fisiopatología de la enfermedad, ya que la hamartina y la tuberina interactúan con m-TOR, por lo en la Esclerosis Tuberosa hay una excesiva actividad de m-TOR, abre un amplio campo de investigación ya que parece que estos fármacos podría tener utilidad también en otros aspectos de la enfermedad como los angiomiolipomas renales, los angiofibromas faciales e, incluso, aunque esto habrá que confirmarlo con estudios reglados, sobre la epilepsia(3)(4)(5).

No debemos echar las campanas al vuelo. Tendremos que ver que ocurre a largo plazo con fármacos de este tipo, pero, en cualquier caso, resulta esperanzador.

 

BIBLIOGRAFÍA
1.  Northrup H, Krueger DA, International Tuberous Sclerosis Complex Consensus Group. Tuberous sclerosis complex diagnostic criteria update: recommendations of the 2012 international tuberous sclerosis complex consensus conference. Pediatr Neurol. 2013;49(4):243-54.
2.  Krueger DA, Northrup H, International Tuberous Sclerosis Complex Consensus Group. Tuberous sclerosis complex surveillance and management: recommendations of the 2012 International Tuberous Sclerosis Complex Consensus Conference. Pediatr Neurol. 2013;49(4):255-65.
3.  Krueger DA, Care MM, Holland K, Agricola K, Tudor C, Mangeshkar P, et al. Everolimus for subependymal giant-cell astrocytomas in tuberous sclerosis. N Engl J Med. 2010;363(19):1801-11.
4.  Krueger DA, Care MM, Agricola K, Tudor C, Mays M, Franz DN. Everolimus long-term safety and efficacy in subependymal giant cell astrocytoma. Neurology.  2013;80(6):574-80.
5.  Franz DN, Belousova E, Sparagana S, Bebin EM, Frost M, Kuperman R, et al. Efficacy and safety of everolimus for subependymal giant cell astrocytomas associated with tuberous sclerosis complex (EXIST-1): a multicentre, randomised, placebo-controlled phase 3 trial. Lancet. 2013;381(9861):125-32.


Fotografía obtenida de: http://www.freedigitalphotos.net/