• Conductas funcionales en el desarrollo psicomotor del niño

    Conductas Funcionales
    Entendiendo la palabra conducta, en su acepción primaria, como la manera de portarse en un acto o función, vamos a considerar actividades, en la infancia, tan fundamentales para la supervivencia como complejas en su realización como la alimentación, el sueño y, de pasada, el funcionamiento de otros órganos (Nieto-Barrera, 1.995).
    1. Conducta Alimenticia. Implica la satisfacción de una necesidad vital, el buen funcionamiento neuromotor para llevarla a cabo y el deseo de hacerla. Una buena alimentación es necesaria para un buen desarrollo psicomotor. El buen funcionamiento neuromotor se basa en la integridad de los pares craneales que intervienen en la succión y deglución. La succión es una función dependiente de los pares craneales V, VII, IX y XII. La deglución está en relación con los pares IX y X. El V par actúa como gatillo desencadenando la succión al tocar el pecho o biberón con los labios. Los movimientos de respuesta coordinados que conllevan una buena succión y deglución son controlados por los pares craneales VII, IX, X y XII. La buena y armónica coordinación de las funciones de succionar, tragar y respirar depende de la integridad de los nervios que las ejecutan.
    Con gran frecuencia los trastornos de la alimentación cualitativos –dificultad para deglutir, etc.- o cuantitativos –por exceso o habitualmente por defecto- no tienen relación con lesión alguna sino que son la expresión de una perturbación de las relaciones afectivas madre-hijo.
    2. Nivel de Vigilancia.
    El estudio del ritmo vigilia-sueño debe comprender un análisis cuantitativo y cualitativo del sueño así como del comportamiento del niño cuando está despierto. En los tres primeros meses de vida el nivel de vigilancia varia en relación con la alimentación, a la que se ajusta, y el niño pasa gran parte del tiempo durmiendo. Tanto el insomnio como la hipersomnia pueden ser expresión de situaciones conflictivas siendo el primero de ellos frecuente en niños ansiosos y la segunda en niños deprimidos o deprivados afectivamente por ejemplo. Los trastornos cualitativos como alteraciones del ritmo, algunos ceremoniales, terrores nocturnos, etc. su importancia está en relación con la edad y la intensidad. A veces trastornos en el ritmo y en la cantidad de sueño, generalmente escasa, junto con una marcada actividad motora son los primeros signos de un niño que años mas tarde puede ser etiquetado de Trastorno por Déficit de Atención (TDA-H).
    3. Respiración. Debe ser regular, fundamentalmente abdominal, y a unas 40 respiraciones por minuto aproximadamente en el recién nacido. Los trastornos respiratorios se observan en lesiones de tronco cerebral.
    4. Cardiocirculatorio. El recién nacido no debe presentar trastornos del ritmo cardiaco ni trastornos vasomotores. Si los estímulos empleados en la observación de la motilidad provocada, producen trastornos en forma de crisis de palidez o cianosis puede haber lesión de tronco cerebral.
    5. Conductas expresivas. Durante los dos primeros meses se observa un esbozo de sonrisa o sonrisa placentera, puesta de manifiesto cuando el niño se encuentra bien (limpio, caliente y satisfecho). Después aparece la sonrisa afectiva o de sintonía con el medio, presente a partir del segundo mes; más tarde, se observa la mímica facial presente a partir del 5º mes, y por último la aparición del intercambio oral con el medio o balbuceo imitativo que suelen presentarse hacia los 7 meses de edad, para evolucionar hacia los primeros bisílabos propositivos hacia los 12-14 meses.